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El Museo Universitario de la UCE como laboratorio de investigación

Mesas de trabajo

 

 

Resistir significa producir condiciones de micro-institucionalización de iniciativas, tanto analíticas como de productividad artística. Esto significa incrementar la calidad y la cantidad de nuestros trabajos de historia, de crítica y de conceptualización de exposiciones[1].

Justo Pastor Mellado

 

Al proponer estas Jornadas académicas de museología educativa, concebidas con la finalidad de pensar colectivamente: ¿qué es un museo universitario en el siglo XXI?, una de las primeras reacciones que suscitó, en un miembro de la Institución, fue afirmar que “no ve la necesidad de este encuentro debido a que los museos hoy en día hacen lo mismo que se hacía durante el siglo XVIII” (noviembre, 2016). Afirmación realizada por alguien ajeno al campo artístico, y por ende, lejano a los debates que desde durante ya trescientos años se han producido en torno al museo. En especial a aquellos que desde 1970 se han producido alrededor del museo, lejano al giro educativo planteado durante la década de 1990, lejano a la museología crítica y a los aportes latinoamericanos de pensar a la curaduría como una práctica de resistencia y construcción de infraestructura, como los enunciados de Justo Pastor Mellado, quien ve en la curaduría y en el museo un potencial laboratorio de investigación[2]. Sin embargo, si se revisan las prácticas de algunas instituciones museísticas locales, la afirmación de este compañero, lamentablemente, resulta ser parcialmente cierta. Pues los lastres, no solo de la ilustración enciclopédica, sino también de la lógica de hacienda y de la estructura colonial se presentan como latencias en algunas instituciones culturales.

 

El museo como institución ha entrado permanentemente en crisis. Crisis que en ocasiones le ha permitido repensarse a sí mismo críticamente, en su función como constructor del conocimiento, en  su relación con las comunidades con las cuales se articula, sean estas de actores y gestores culturales, de especialistas o de visitantes, pensar críticamente también su responsabilidad frente al patrimonio que custodia, investiga y difunde, en sus relaciones con el territorio donde se ubica. Crisis que se presenta en un campo de gran disputa, debido al lugar que ocupa la cultura y, por ende, las múltiples formas de identificarse, representarse y reconocerse que se gestionan a través del museo.

 

Jornadas de Museología Educativa.

 

Es en medio de estas crisis, y con la finalidad de no reproducir estas latencias es que en una conversación con José Manuel Ruiz, docente de la Facultad de Artes, pensamos que es importante realizar este evento, aún sin contar con presupuesto para el mismo, con la finalidad de pensar colectivamente el museo. A esta iniciativa se sumó Ana Rosa Valdez con quien hemos definido la metodología y los participantes de estas jornadas. Además Milena Almeida, docente de Comunicación Social va a sistematizar este encuentro conjuntamente con sus estudiantes.

 

Jornadas de Museología Educativa: ¿Qué es un museo universitario en el siglo XXI?

 

La idea de pensar colectivamente el museo surge de la necesidad de que nuestras políticas sean fruto de la imaginación colectiva, es decir de un diálogo intersubjetivo con actores y gestores culturales, así como con los distintos grupos de autoridades, docentes, estudiantes, administrativos y trabajadores que conforman esta institución, pues a diferencia del siglo XVIII, no queremos producir un conocimiento enciclopédico, no tenemos una mirada taxonómica y sabemos que no existen verdades universales. Igualmente, a diferencia del siglo XIX no creemos en las verdades positivas, ni creemos que el objeto coleccionado es la razón de ser del museo. A diferencia de las narrativas que abrieron el siglo XX no queremos contar la historia del triunfo del arte, no hacemos soliloquios autorreferenciales y no vemos a la conservación del objeto como la función principal del museo. Tampoco pensamos que un museo que se maneja con fondos públicos puede ser manejado como una colección montada para ser vista y comprendida únicamente por expertos.

 

Nuestra propuesta es colocar al ser humano –no al objeto- como finalidad del museo. Por ello, necesitamos pensar colectivamente, apoyándonos en prácticas colaborativas para la construcción conjunta de una propuesta que se interrelacione con la comunidad universitaria, en primera instancia, pues es la comunidad ubicada en el territorio que habita el museo, que es el campus universitario; luego, pensar colectivamente con expertos del campo curatorial, museístico, histórico, educativo, de gestión cultural y turístico.

 

Sabemos que el museo también responde a colecciones diversas que son el fruto de procesos históricos de edificación del conocimiento que nos permiten deconstruir y no reconstruir la historia intelectual, la historia de la educación y la memoria social del Alma Mater. Por ello, para nosotros es importante aportar en la construcción del conocimiento en relación directa con las líneas de investigación de la UCE, conjuntamente con la puesta en valor de los archivos y colecciones que posee. Pues siguiendo a Pastor Mellado, sabemos que:

 

Resulta fundamental articular estas tres situaciones: conservación, archivo, laboratorio. (…) redimensionar el estatuto de laboratorio que el museo debe tener en un contexto local, presionado y exigido por las propuestas locales que, a su vez, deben responder a exigencias de interlocución de obras metropolitanas, o bien, de otras situaciones locales, en una política de revalorización de lo local a lo local[3].

 

Y esa revalorización de lo local se produce solamente a través de una contextualización radical de los bienes culturales y de los procesos históricos que atravesó la Institución, pensando en la investigación como la función más importante del museo.  La investigación, como la entiende Pastor Mellado debería producirse desde una tecnología de corte, lejana a los remiendos y bordados de quienes tratan de que la cultura material ingrese en moldes eurocéntricos lejanos a su contexto local. Pues en diálogo con este colega, trabajar con una curaduría de corte significa no solamente el trabajar con archivo, sino además el producir un archivo como fruto de esa investigación. Esto permite generar pensamiento crítico, buscar un pensamiento fronterizo para la existencia de un mundo descolonizado, porque la frontera es el lugar del margen, de la inestabilidad y de la movilidad liberadora de las subjetividades[4].  Es más:

 

…la única posibilidad de producir escena local consistente reside en la articulación-negociación de tres espacios; a saber, universidad, musealidad y crítica. Pero las condiciones de articulación no dependen de un acuerdo explícito firmado por agentes superiores de cada sector, sino de la producción efectiva[5].

 

En una línea similar, otro curador latinoamericano, Marcelo Pacheco explica a la curaduría como un campo de experiencias múltiples y transdisciplinarias, como un entre (in-between) de diversas disciplinas, sin constituirse en una disciplina. La exposición es un proceso, no un producto terminado. Es un acto público y discursivo que escribe sobre palimpsestos, tachaduras, borraduras y desplazamientos, partiendo de colecciones incompletas, interrogando el soliloquio de la historia tradicional y su pretensión de verdad. La curaduría es un campo de re-escritura, re-inscripción y re-edición de significados. Además de pensar la curaduría regional implica considerar la escasees de publicaciones especializadas, líneas de investigación de larga duración y debates; así como, la existencia de colecciones y archivos fragmentados. Por ello, la curaduría es un campo de desafíos. Enfrentarlos implica escribir sobre los agujeros, umbrales y pliegues de esa escasees. Implica además reconocer las fragilidades y arbitrariedades que entran en juego a través de textos, obras de arte, imágenes, interpretaciones, recortes, agrupamientos, recorridos, señales, etc.[6]

 

Sabemos que el museo gracias a la curaduría emite un discurso dentro del espacio expositivo. Su gramática expositiva se construye en la forma de comprender al espacio e inter-actuar dentro del mismo. El espacio expositivo es un lugar físico, un lugar social y un lugar simbólico. Dentro operan formas de relacionar a unos objetos con otros, de darles un sentido a partir de esas relaciones. El espacio curatorial es un lugar de coexistencia y de diálogo entre objetos. Por todo ello, el espacio expositivo es un espacio público.

 

Pensamos también que la curaduría es un diálogo con el ejercicio de la crítica como agregadora de valor, es decir, como creadora de sentidos, como registro de prácticas e ideas que aportan al campo gracias a su función  pedagógica como constructora de infraestructura, mediante el ejercicio del criterio. Y aplicar este criterio implica necesariamente definir aquello que este Museo Universitario no es:

 

  • No somos los dueños de la verdad.
  • No somos un espacio para prácticas paracaidistas, desarticuladas y desorganizadas.
  • No somos una bodega de cosas viejas.
  • No somos un espacio cerrado.
  • No somos un interior decorado.
  • No somos validadores de prácticas o discursos zombis.
  • No somos conservadores de una identidad única y monolítica.
  • No somos un espacio de comunicación unidireccional.

 

Y así como estamos seguros de aquello que no somos, tenemos certezas que se basan en estos enunciados:

 

  • Combinamos museo, educación y crítica para formar un triángulo que permita la construcción de una infraestructura.
  • Valoramos el disenso como una forma de construcción del conocimiento y como una experiencia política que se basa en el reconocimiento de la igualdad de las inteligencias y del reparto de lo sensible.
  • Evidenciamos el lugar de enunciación del que partimos, pues sabemos que ningún discurso es neutral o inocente u objetivo. Asumimos el lugar de enunciación desde el cual nos comprometemos con el museo.
  • Deseamos generar una red afectiva que fomente las prácticas colaborativas.
  • Queremos trabajar con un sistema de convocatorias públicas para exposiciones, talleres y actividades.
  • Debatimos constantemente para construir infraestructura mediante la polifonía de la imaginación colectiva y la participación activa de la comunidad.
  • Respondemos a las necesidades del contexto local, así como a las colecciones que posee el Museo.
  • Apostamos por una narrativa evidentemente crítica, entendiendo a la crítica con madurez, no como el deseo de eliminar a quien no puede consensuar con nosotros, sino fomentando un disenso respetuoso, que diferencie lo personal de lo profesional o institucional.
  • Tendremos cronogramas que permitan planificar el trabajo curatorial para construir infraestructura, evitando así las propuestas paracaidistas.
  • Planteamos un diálogo intersubjetivo desde la historia del arte, la crítica de arte, la reflexión del artista, la historia, la memoria social, la antropología, la pedagogía y los distintos saberes museales.
  • Asumimos un compromiso ético desde las relaciones con la comunidad, desde la escritura y desde el manejo del patrimonio.
  • Consideramos al patrimonio como un conjunto de bienes culturales tangibles e intangibles del pasado que se relacionan activamente con el presente, que es abierto y que está en constante transformación y que hace visible la historia.
  • Debemos interrogar a la cultura material desde el presente sin respuestas preconcebidas que impidan la búsqueda de una contextualización radical.
  • Mediante la curaduría construimos un terreno común entre la comunidad visitante y el patrimonio, gracias a la contextualización radical y a la gramática del museo.
  • Somos un espacio de diálogo y polifonía, donde la comunidad visitante participa activamente en la exposición.
  • Producir infraestructura implica gestionar desde una economía precaria formas colaborativas basadas en una economía de los afectos que permita la profesionalización del museo, partiendo desde su contexto social, político, económico e institucional.
  • Valoramos los procesos de ensayo-error-ensayo-acierto.

 

Finalmente, somos un espacio en construcción, que requiere de los debates que se generaran el día de hoy, así como de las mesas de trabajo que se desarrollaran los días jueves y viernes de esta semana para pensarse colectivamente, y emprender una fase beta del proyecto, que nos permita perfeccionarnos con el tiempo.

 

CITAS:

[1] Justo Pastor Mellado, “Historias locales, archivos, musealidad”, Huellas, búsquedas en artes y en diseño, N. 3, año 2003, Mendoza, Argentina, p. 53.

[2] Justo Pastor Mellado, “El curador como productor de infraestructura”, Sepiensa.cl, en línea: http://www.sepiensa.cl/ed_digital/el_curador_como_constructor.pdf.

[3] Justo Pastor Mellado, “Historias locales, archivos, musealidad”…, p. 52.

[4] Justo Pastor Mellado, “El curador como productor de infraestructura”, Sepiensa.cl, en línea: http://www.sepiensa.cl/ed_digital/el_curador_como_constructor.pdf.

[5] Justo Pastor Mellado, “Historias locales, archivos, musealidad”…, p. 52.

[6] Marcelo Pacheco, “Campos de batalla: Historia del Arte vs Práctica Curatorial, en Micromuseo, Lecturas a bordo, en línea: http://www.micromuseo.org.pe/lecturas/mpacheco.html.

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