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“La complejidad, casi siempre desgarrante, del acto creativo”. Conversación con Saidel Brito sobre Curul

CONVERSACIÓN CON SAIDEL BRITO A PROPÓSITO DE SU MUESTRA “CURUL” EN LA GALERÍA DPM DE GUAYAQUIL – 7 diciembre de 2016

Por Rodolfo Kronfle Chambers

Rodolfo Kronfle Chambers: Lo primero que me llama la atención de esta muestra es que en ella convergen varios recursos que han caracterizado algunas de tus series previas, y hasta ahora cada muestra tuya ha propuesto un tipo de “visualidad” renovada; está claro que el conjunto se basa en la poética de apropiación de caricaturas que has desarrollado intermitentemente por cerca de 18 años, pero la forma de resolverlas se acerca a estilos y técnicas de representación que nos remiten a cuerpos de obra como Nacidos Vivos y Que la multitud conviva. Ese afán propositivo y de cambio tuyo en cada serie nueva siempre me pareció de una auto exigencia muy rigurosa porque la inventiva que implicaba, con su cierre conceptual inclusive, implicaba un ejercicio no solo demandante sino además un gesto que señalaba la repetición en el arte como algo banal, cosa en la que caen muchos productores. ¿Qué te lleva en esta ocasión a revisitar tus propios lenguajes?

Saidel Brito: La pintura es el medio con mayor recorrido en la tradición artística de occidente. Es difícil incursionar y transitar de manera propositiva dentro de este medio. Lo he intentado por algunos años y lo sigo haciendo ahora. Creo que en Curul encaro esas mismas preocupaciones. En esta muestra he vuelto a correr un riesgo ya tomado en individuales previas, lo que de alguna manera pudiera ser uno de los distintivos de mi producción, y fue desarrollar 3 núcleos de obras que manifestaran maneras distintas de resolver las imágenes dentro de una misma exposición. La decisión la tomé con el objetivo de potenciar los márgenes de extrañeza en la muestra y para desestabilizar la linealidad que la propia investigación me estaba deparando. En efecto, dos de esos núcleos provienen de cierto repertorio técnico que está presente en obras y series anteriores. Sin embargo, aquí se dan importantes -y sutiles- giros de tuerca.

En piezas como Las alamedas del porvenir, Costas usurpadas de metralla y Del majestuoso Líbano en la cumbre uso, parcialmente, algunos recursos que denotan cercanías a los utilizados en Nacidos Vivos. Digo algunos porque la apariencia con las técnicas de reproducción múltiple, la planimetría de la imagen, las transparencias y las superposiciones de aquellas obras no están presentes aquí. En cambio, sí se visualiza un efecto de superficie quemada que nos puede recordar con facilidad a la serie premiada en la X Bienal de Cuenca en el año 2009. En Curul no trabajo con el pirograbador como si lo hice entonces. Acá lo hago con otro artefacto, descubierto recientemente en la calle Rumichaca, que me genera una visualidad afín pero que es mucho más rudo en el trazo y me permite “rastrillar” e incidir en la tela con mayor desenfado. También creo que ahora el color es más predominante y se da un claro distanciamiento con el referente fotográfico.

Costas usurpadas de metralla. Acrílico / tela. 80 x 126 cm. 2016 (izq). Del majestuoso Líbano en la cumbre. Acrílico / tela. 125 x 80 cm. 2016 (der)

El vínculo entre Que la multitud conviva y obras como Atruena la razón en marcha, Batallones pardos, Voluntad de vivir manifestándose o Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo se da fundamentalmente por el material utilizado (el caucho) y por el procedimiento técnico que implemento para resolver los cuadros. En rigor es algo que descubrí cuando pintaba Reserva. A Salinas le gusta que el presidente le visite, obra enviada al Salón de Julio del año 2003. Allí pinté con los dedos y en la obra que citas lo hice con espátula. El giro expresivo que ocurre en Curul es que las pinturas se construyen únicamente con brocha y pincel. Esa sutileza o pequeño cambio me permite lograr calidades plásticas que no había alcanzado antes.

Atruena la razón en marcha. Acrílico / tela. 200 x 300 cm. 2016

El tercer núcleo presente en Curul se erige desde la acumulación, obsesiva, de los globos o bocadillos de las caricaturas recopiladas durante la investigación. Esta es una serie de la cual solo he mostrado los primeros trabajos. Curul I se titula la pieza que inicia la serie y alcanza el mayor grado de abstracción (también pasa en Los servicios secretos siempre atienden muy temprano). Me interesa este coqueteo con la abstracción -la tradición más purista y menos contenidista de la historia de la pintura- y la manera en que la obras trazan un tramado textual profusamente contaminado por los acontecimientos sociopolíticos del contexto local. También incorporo informaciones fugaces, pero penetrantes, provenientes de los tuits que me van llegando durante la elaboración de las obras y que entablan algún tipo de relación con las problemáticas encarnadas en cada una de ellas.

Curul I. Acrílico / tela. 86 x 116 cm. 2016

Más que revisitar ciertos lenguajes de obras anteriores, detecto que en esta exposición persiste el interés por investigar, hurgar y reflexionar sobre los límites de la pintura y su relación con el dibujo, la fotografía, la instalación, el material y los sustratos culturales de la visualidad. Martin Jay identifica un desplazamiento de la opticalidad pura moderna a la discursividad impura contemporánea. Parafraseándolo, considero que mi trabajo gravita dentro de una “opticalidad impura” que recupera el valor significante de los recursos plásticos y su capacidad para generar conocimiento.

RK: Los archivos de caricaturas que estás minando son en esta ocasión comparativamente más recientes, del período del retorno a la democracia en el Ecuador, es decir desde 1979 en adelante, y protagonizado por los gobiernos de Roldós hasta el presente. Esto me causa un efecto, como espectador, muy diferente que con obras previas tuyas donde la apropiación también opera: el asunto es que el efecto “romántico” de la caricatura más añeja, y que claramente habita un pasado lejano, no se da por igual. Aunque el pasado permitía establecer relaciones con el presente ahora la “actualidad” de estas invocaciones, y su cualidad de caricatura, resalta más por ser de autores que muchos hemos conocido más de cerca. No hay aquí por ello ese sustrato de re-descubrimiento del archivo simbólico olvidado, sino más la repotenciación de imaginarios que aún no se han desvanecido. ¿También percibes tú este carácter distinto en los nuevos trabajos?

SB: Si existe un carácter distinto en la nueva obra. Al menos eso intenté. Cuando inicié la investigación Robin (Luis Peñaherrera) todavía vivía. Su muerte en agosto de este año generó una lejanía automática e inevitable y, por supuesto, le incorporó otros contenidos al proyecto. En general la producción artística de Peñaherrera nunca me transpiró un mayor interés pero sus dibujos, publicados por muchos años en el diario El Universo, me resultan extremadamente interesantes y me ofrecen una riqueza simbólica e histórica extraordinaria. Esta nueva perspectiva y valoración de sus prácticas ocurre gracias a los hallazgos encontrados durante la paciente inmersión que realicé en la hemeroteca de la ciudad.

Lluvia que ciega los cristales. Acrílico / tela. 145 x 200 cm. 2016

En el caso de Bonil la cercanía temporal es claramente mayor, su humor se manifiesta cada mañana y, efectivamente, marca otro tipo de actualidad. Mi acercamiento a estos autores no es asumido como homenaje o como acto conmemorativo, aunque exista un reconocimiento implícito, se trata más bien de una conversación prolija que se torna eficiente en la medida en que se resignifican sus imágenes con los nuevos usos y en las nuevas asociaciones que se establecen en la experiencia del espectador.

Creo que la idea de “re-descubrimiento del archivo simbólico olvidado” sigue estando presente. Quizás con otro cariz. El valor operacional en Curul irrumpe de otra forma. La memoria aquí no está completamente vacía, tampoco está completamente llena. La relación entre los tres núcleos de la exposición apuesta por el extrañamiento, la evocación y la remembranza. El archivo aflora como una práctica de la imaginación que no escatima en aunar referentes, ya sean fragosos o ligeros, para someterlos a un ejercicio permanente de transgresión y subversión de sus significados originarios.

Mustia hoja dorada. Acrílico y carboncillo / papel. 75 x 110 cm. 2016 (izquierda). La posesión del clavel sobre la nuca fría. Acrílico y carboncillo / papel. 110 x 75 cm. 2016 (centro). Los tejados de siempre y el sol nublado de los seis. Acrílico y carboncillo / papel 110 x 75 cm. 2016 (derecha)

RK: Aquella actualidad que te mencioné roza con algunos temas muy sensibles sobre el tenso entorno político en el Ecuador. Durante la década correista que estamos por redondear es muy fácil establecer los desvíos que tomaron las prácticas artísticas locales hacia opciones más íntimas o evasivas en relación a la preeminencia que habían tenido los filos críticos en la década anterior. Contados artistas al comienzo de este período, y paulatinamente más que se fueron “desencantando”, han retomado los careos hacia el poder, aunque no necesariamente en su producción de arte. Como uno de los pedagogos más reconocidos de la academia local ¿cómo ves este fenómeno, cómo lo viviste, y cómo sitúas tu nuevo trabajo dentro de estas coordenadas?

SB: Considero que el arte no puede dejar de ser un ejercicio crítico. El arte debe marcar una distancia, aunque sea milimétrica, con la vida y la realidad para que no sea un carnaval.

Buena parte de la producción artística en el Ecuador en la última década, y no solo en las artes visuales, ha bailado al ritmo de los “nuevos tiempos”. Ha hecho silencio, ha  priorizado y obrado en función de fondos concursables y se ha plegado a la institucionalización de la cultura. No es sano cuando la cultura se subordina a la política –de eso debemos aprender- y es enfermizo cuando el arte se subordina a la burocracia cultural. Hoy tenemos más y mejores artistas, al menos en Guayaquil, que hace 10 años, pero tenemos a unas instituciones culturales públicas mucho más precarias e indefensas. Es halagador lo que ha ocurrido en la enseñanza artística: el ITAE y la Universidad de las Artes lo confirman. Pero hay mucho por hacer. Los artistas desarrollan ciclos creativos muy cortos. La propia fragilidad del mundo del arte local los traiciona pues suelen llegar a instancias de legitimación demasiado rápido. Hay que trabajar con las audiencias, resulta un imperativo que se identifiquen con el arte de su tiempo.

Abismos instantáneos. Acrílico / tela. 150 x 105 cm. 2016

En cuanto a mi exposición tenía que darse inevitablemente en el 2016. Después de esta fecha no hubiese tenido las pulsaciones necesarias para proyectarse en el tiempo. Hubiese sido víctima de la inmediatez y la contingencia, como le ocurre a muchas de las imágenes que se acarician y se rescatan en la exposición. Paradójicamente, en Curul, la intención de suscitar diálogos coyunturales, con referentes culturales que presionan el peso ideológico y simbólico de la pintura, se anula debido al carácter mismo de sus narrativas y al tenso ejercicio interpretativo que emana de la relación entre las obras.

El interés por revisar repertorios que reactivan sus significados a partir de la relación que establecen con contextos e imágenes aparentemente desvinculados no se constriñe solamente al campo de lo visual. Los títulos de las obras se nutren de imágenes literarias construidas por Borges, Lezama o Arenas; de versos de himnos heroicos y sobresalientes escritos en la historia contemporánea; de la ensayística de Monsiváis o de fragmentos del último discurso de Salvador Allende en 1973.  Esto me permite abrir conexiones con la literatura, la historia y el pensamiento universal.

En CURUL condenso mi inquietud por investigar en los lenguajes del arte, por penetrar con agudeza en las zonas conflictivas del mundo de hoy y por inscribir mi práctica en el territorio inestable del arte y la cultura.

Curul II. Madera. 220 x 160 x 112 cm. 2016

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RK: Finalmente quiero mencionar una obra que considero es la pièce de résistance de la exposición: “Atruena la razón en marcha”. Ya desde la gran escala y complejidad narrativa que contiene se destaca entre el resto; me parece que es la que más cantidad de inferencias podemos desprender con respecto al acontecer político y al crispado clima en el que estamos inmersos. Una pieza para el Museo Nacional (si tal utopía existiera en el Ecuador). El título, al igual que en el resto de cuadros según entiendo, deriva de un coqueteo con referencias literarias, ardid que, por su capacidad de incitación al pensamiento, siempre has empleado como componente clave de tus trabajos. ¿Podrías desarrollar sobre el tenor de tu filiación con los autores que has mencionado? Y vinculado con esto también me gustaría tu opinión sobre un fenómeno que he observado en relación a la percepción de tu trabajo a lo largo de los años: tus obras siempre suponen un reto al espectador, un ejercicio de lectura que demanda compromiso neuronal y mentes versadas; tal vez el receptor promedio que se rinde fácilmente frente a tus obras siente luego cierto nivel de epifanía cuando se le van otorgando las claves que despiertan los sentidos que impele. Existe la corrección de hablar de que el arte es para todo el mundo y pues yo nunca he comulgado con aquello que me parece demagógico, así como no creo que determinada literatura sea para todo el mundo. ¿Te incomoda la idea de que tu trabajo se enfoque como en exceso “intelectual” o “cerebral”?

SB: Estoy muy satisfecho con Atruena la razón en marcha. Es una pieza que me ha cautivado como autor y me plantea muchas interrogantes. Es una de las 3 obras que sustenta la idea de la exposición y resuelve mis preocupaciones fundamentales. La elaboré a partir de 5 relatos (3 caricaturas de Robin y 2 de Bonil) pertenecientes a épocas diferentes. El título proviene de uno de los versos de La Internacional, el himno internacionalista del proletariado mundial. Esa canción es el canto revolucionario más universal y se debe cantar parado, en posición erguida, con el brazo derecho levantado y el puño cerrado junto a la cabeza a la altura de la sien o en su defecto, con el puño en alto y el brazo bien estirado.

Para mí los títulos de las obras son tan importantes como las imágenes que aparecen en ellas. Ayudan a invalidar las lecturas unidireccionales, desatan nuevos relatos y exhorta al espectador a incorporar los “errores” interpretativos  como elementos esenciales de la obra.

 Los títulos provienen normalmente de mis lecturas, de las buenas conversaciones, de estar atento a todo aquello medianamente interesante que me ocurre en la vida cotidiana. Mientras trabajo suelo escuchar documentales de todo tipo, entrevistas a escritores, artistas, políticos y hombres de ciencia. Así llegan los mejores insumos para la obra y bajo el manto de You Tube (la Musa más amable del tercer milenio) logro entablar relaciones insólitas con las cosas y activar mi proceso creativo. En el fondo es un proceso creativo muy simple: no distinguir entre crear y vivir.

 En cuanto a la percepción de mi trabajo si confieso que me importa generarle dificultades al espectador. Me parece casi un acto de justicia. El público tiende a ser muy inteligente y aprecia la falta de desnudez. La obra precocida se consume rápido, se desvanece en la primera lectura. Es justo que las audiencias tengan la posibilidad de acceder a distintas capas de sentidos y a equiparar la experiencia de recepción de la obra con la complejidad, casi siempre desgarrante, del acto creativo.

El arte no es para todo el mundo pero pudiera serlo. Habría que empezar alejando en los diarios a las páginas culturales de las de entretenimiento (unificar política con entretenimiento pudiera ser una solución); después instaurar un sistema educativo que esté atravesado por la educación sensible (Artes deberá ser una materia fundamental en las escuelas, como las matemáticas y el deporte); también habría que invitar a los artistas, a los críticos, a los directores de museos, a los galeristas, coleccionistas y ministros, con una hoguera en el centro que no queme ideas ajenas, a leerse el Manifiesto Futurista de 1909; en seguida debemos ponernos a trabajar muy duro, durante algunos siglos, para luego incitar y exigirle al espectador que transite un recorrido tan sinuoso, incierto y maravilloso como lo es el de las prácticas artísticas.

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo. Acrílico / tela. 100 x 150 cm. 2016

Curul I. Acrílico / tela. 86 x 116 cm. 2016 (izquierda). Batallones pardos. Acrílico / tela. 200 x 145 cm. 2016 (derecha)

Abismos instantáneos. Acrílico / tela. 150 x 105 cm. 2016 (izquierda). Atruena la razón en marcha. Acrílico / tela. 200 x 300 cm. 2016 (centro).

Aguas hirvientes. Acrílico y carboncillo / papel. 75 x 110 cm. 2016 (arriba). Mastines desvelados contra el viento. Acrílico y carboncillo / papel. 75 x 110 cm. 2016 (abajo)

Las alamedas del porvenir. Acrílico / tela. 122 x 150 cm. 2016

Crédito de las fotografías: Rodolfo Kronfle Chambers

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