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¿Raúl Pérez Torres será el nuevo Ministro de Cultura y Patrimonio? Entrevista a Paola De la Vega

Por Ana Rosa Valdez

Ana Rosa Valdez: Desde hace algunos días circula la noticia de que Raúl Pérez Torres, actual presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), será nombrado como nuevo Ministro de Cultura y Patrimonio en el Gobierno del Presidente electo Lenin Moreno. ¿Cómo valoras esta decisión y sus implicaciones para el campo cultural?

Paola De la Vega: Inexplicable. En un momento político tan complejo, de agotamiento de los agentes culturales, debilidad institucional y del propio sector, y además, considerando que el Gobierno ha mencionado la deuda de esta década con el campo de la cultura, me pregunto cómo va a solventarla con Raúl Pérez Torres como ministro, qué negociaciones y posibilidades de fortalecimiento real implica esta decisión. En términos simbólicos, es grave: ¿Qué representa Pérez Torres y a quiénes? Por otra parte, es claro que en términos de política de Estado, el Gobierno ha demostrado un desconocimiento de las posibilidades de lo cultural y su impacto en la sociedad, su vértice transformador, movilizador y crítico (estos tres últimos aspectos, quizás son los que menos le han interesado). Frente a todo esto no habría que extrañarse, pues históricamente nuestros gobiernos no han mirado a la cultura como uno de sus sectores estratégicos o de intervención prioritaria, ha sido más bien funcional a determinados proyectos.

En las investigaciones históricas que he realizado, las decisiones de crear instituciones culturales han sido coyunturales. Son las negociaciones políticas de agentes individuales las que han posibilitado esto, no un Estado que piensa en un sector y sus demandas y en lo cultural como transversal, prioritario y asunto de interés público. El hecho de que Pérez Torres pueda ocupar ese cargo es la mayor evidencia de que es así. No logro entender la negociación política que da lugar a esta decisión. ¿Cömo es posible que alguien que fue crítico con la Ley de Cultura ahora vaya a asumir la rectoría de todo el Sistema Nacional de Cultura? Alguien que también cuestionó los contenidos de la ley relativos a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que defendió una autonomía a conveniencia, y que en tiempos electorales realizó el video “Cría Cuervos”, ahora pase a formar parte del gabinete ministerial.  

Me imagino que debe existir algún acuerdo político que escapa a mi comprensión, porque no veo que Pérez Torres signifique algo para buena parte de quienes estamos ejerciendo la gestión cultural o trabajando en las distintas artes y expresiones culturales diversas. Sí, seguramente me dirán: tuvimos a Paco Velasco y Francisco Borja como ministros, y nadie dijo nada. Pérez Torres es una cuota política más. Sí, efectivamente; sin embargo, insisto que en términos simbólicos y efectos reales en el futuro institucional, solo por una cuestión de memoria inmediata en relación a la gestión de la CCE, podemos tener pistas concretas de lo que nos espera. Entiendo que el cargo de Ministro es un puesto político, lo que se llama un cargo de confianza. En general, un ministro nunca se elige por méritos, salvo que realmente exista el interés de conciliación con un sector. En este momento de crisis y fragmentación, ha sido la peor decisión.  

Quienes trabajamos en cultura, hemos visto la gestión de Pérez Torres en la CCE, durante muchos años: cómo ha manejado ese proyecto, las prácticas clientelares, la falta de preocupación por darle organicidad a la institución. Más bien, no ha construido institución, no hay protocolos de trabajo técnico, procesos de gestión que se reflejen en prácticas concretas, en su programación y relación con agentes y comunidades. Ha sido un manejo hacendatario como ha pasado en muchas otras instituciones. Esto no es alentador cuando pensamos que esa misma persona va a manejar la política de Estado en lo cultural. Y, además, seguramente lo hará con su equipo, con el mismo equipo que ha tenido en la CCE.

Adicionalmente, quiero decir que no sé si es importante solamente centrar nuestra atención en el cargo de ministro, y pensar más bien en la forma en la que se van a nombrar a los directores de los nuevos institutos (de las artes, de fomento, de memoria, del cine, etc.) ¿Quienes van a ocupar esos cargos? ¿Serán nombramientos a dedo, habrá concurso público de méritos por trayectoria? ¿Serán nombrados por grupos sectoriales organizados con capacidad de negociación política? ¿La forma de nombramiento se puede elevar a reglamento? Quizás la disputa está ahí,  en los cargos que tienen capacidad de decisión y planteamiento de políticas.

ARV: ¿Podrías comentar tu perspectiva de este asunto? ¿Cómo ves el rumbo institucional del Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCYP) con Pérez Torres a la cabeza?

PDV: En este momento queda poco tiempo para elaborar el Reglamento General de la Ley Orgánica de Cultura. Quien lidere el MCYP tendrá que asumir una transición para reorganizar a la institución. Las transiciones en el país nunca han sido pensadas, no se les ha dedicado ni el tiempo necesario ni han aplicado un proceso estructurado; han sido, más bien, el resultado de urgencias de asuntos de partido. Cuando se creó el Ministerio de Cultura era un oficina pequeña en la AGD, con mesas y escritorios en un pasillo largo, sin instancias ni  competencias claras, organigrama y menos aún política cultural. La capacidad técnica para soportar esas transiciones en términos de gestión, administrativas y organizativas es fundamental. Dentro del ejercicio administrativo que implica dirigir un ministerio, generar estructuras de gestión es la parte que posibilita la condiciones de participación y toma de decisiones.

Si la Ley de Cultura  permite crear Consejos Consultivos, por ejemplo, hay que saber cómo hacer efectivo este derecho, determinar formas de acceder a  esos espacios de participación, sea a través de representaciones gremiales, académicas, colectivos; es decir, determinar de qué manera y quiénes van a tener el derecho de tener voz, representación, y tomarán decisiones en estos consejos. Y claro, eso se debería pensar colectivamente, lo cual es un proceso lento que no responde al tiempo político de un partido.

Cuando se creó el Ministerio de Cultura asumió las competencias del Banco Central del Ecuador, y se realizó una transición lenta de bienes, activos, inventarios. ¿Cómo se pueden realizar dichas transiciones sin un equipo técnico que pueda coordinar este proceso fundamental en la construcción de institucionalidad pública? En política cultural, idealmente no se trata de hacer grandes proyectos como el Festival de Loja que costó millones de dólares, mientras tienes museos cayéndose como el MAAC, un Archivo Histórico Nacional sin rumbo, o un Museo Nacional que no se ha abierto hasta ahora. Realizar inversiones en cultura implica una posición, decisión y apuesta política, y eso comienza en la construcción de institucionalidad y condiciones dignas para el trabajo cultural.  

¿Cuál es la apuesta política de Pérez Torres? Hagamos una breve revisión histórica. Desde su creación la Casa de la Cultura ha tenido resistencia a la apertura en su modelo de gobierno, ha sido una institución cerrada a ciertos miembros, algunos parte de las secciones académicas, “intelectuales de prestigio” que han sido hombres, en gran medida, blanco-mestizos y letrados. Ésta es una figura propia del siglo XIX, la del intelectual que pasó de ser escritor a asumir la administración de instituciones culturales; basta leer aportes como el de Julio Ramos que ha analizado este patrón que se repitió en varios países de Latinoamérica.

En ese momento, pensemos, no había profesionales de la gestión, los proyectos de Estado-nación tenían otras demandas de sus instituciones culturales. Pero ahora, no podemos seguir en lo mismo, estamos en otro momento en el que  esos principios y  modelos de gestión deben entrar a debate. El intelectual de prestigio encargado de ser guía, orientador, como lo fue Benjamín Carrión, ya no funciona. Creo Raúl Pérez Torres no lo ha entendido. Por ejemplo, ¿dónde están las mujeres en la Casa? ¿Cuál ha sido su rol? Probablemente han tenido cargos administrativos en su gran mayoría.

El prestigio de la CCE ha decaído muchísimo en las últimas décadas. Cuando en los setenta se crean las áreas culturales del Banco Central del Ecuador, la Casa ya no era la única institución con competencias culturales. Perdió presupuesto, incidencia, capacidad de negociación y valor simbólico. Luego del fallecimiento de Carrión, no observamos ningún programa sólido gestionado desde la CCE. En todo lo cuestionable que fueron algunos  programas de Carrión, creo que respondieron a un momento histórico. ¿Qué pasó después? La CCE fue decayendo y también la participación de sus miembros.

Observemos lo que pasó en las votaciones recientes. El ausentismo fue brutal. De aproximadamente 1200 empadronados, fueron a votar un poco más de 500. ¿Qué ocurrió? ¿Desinterés por la Casa? ¿La postura, quizás, de algunos agentes culturales es dejarla morir? Porque creo que si la tónica de la gestión actual de la CCE continúa, este proyecto está condenada a morirse.

ARV: Es una alerta pertinente para pensar la decisión de que Pérez Torres pase al MCYP, que se va a convertir en el órgano rector de la cultura a nivel nacional. Él fue un crítico, casi un opositor la Ley Orgánica de Cultura y sus contenidos, a la necesidad de regular los modelos de gestión, presupuestos y participación en la CCE. Bajo su liderazgo en el ministerio, ¿qué futuro crees que tendrá la ley?

PDV: Yo tengo ahí más preguntas que respuestas. ¿Su interés va a ser presionar políticamente para derogar la ley? ¿Solicitar modificaciones a ciertos artículos, producto de unas agendas específicas? No sé. Podemos no estar de acuerdo con el proceso de construcción y aprobación, su articulado, la excesiva concentración de poder y control presente en la Ley; pero, si se deroga en su totalidad, ¿qué es lo siguiente, cuál es el punto de partida? Uno de esos artículos en agenda sería el relacionado a la autonomía de la CCE.  La idea de Pérez Torres de que autonomía significa no rendir cuentas del manejo de los recursos públicos, me parece  grave y sospechosa. Si la gestión de la CCE ha sido  transparente, como dice, que se abran a la ciudadanía los libros contables, los archivos, que se muestre en qué se ha invertido, quién se ha beneficiado y por qué, con qué criterios.

Hoy por hoy, la CCE es un sitio donde cabe de todo, bajo la idea de que se gestiona “cultura” para el pueblo. Pero, ¿quién es el pueblo? Decir “el pueblo” es retórico, es una respuesta facilista, demagógica frente a la gestión institucional. Uno no trabaja para todos, siempre están los vacíos, las ausencias, los silencios en las lógicas inclusivas y de representatividad. El trabajo en cultura es conflicto, y eso es lo que los espacios culturales deben mostrar, esa es la riqueza del campo cultural. Las prácticas son diversas. La forma y decisión con las que trabajas con ellas es siempre política. La idea de que en una institución cultural puede entrar cualquier cosa sin orientaciones claras es peligroso porque ahí cabe cualquier negociación, sin protocolos técnicos, sin procesos.

Paola de la Vega Velastegui. Candidata a Doctora en Estudios Culturales Latinoamericanos (2014-2019) por la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid. Lcda. en Comunicación con mención Comunicación y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.  Desde 2007 forma parte del colectivo Gescultura y es una de sus fundadoras. En esta plataforma realiza procesos vinculados a la gestión-mediación cultural y comunitaria, y la investigación en políticas culturales, patrimonio y gestión cultural. Su línea principal de investigación se sitúa en la acción política y gestión cultural crítica. Desde 2012, es docente de Investigación y Gestión Cultural en la Carrera de Artes Visuales, y de Gestión Comunitaria en la Carrera de Arquitectura, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.  Docente de Gestión y Políticas Culturales en la Maestría de Estudios de la Cultura, y de Gestión de Museos en la Especialización de Museos y Patrimonio Histórico, en la Universidad Andina Simón Bolívar.

Imagen de portada: Archivo de Paola De la Vega, agosto de 2012.

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