La exposición “Sahumario” de Geovanny Verdesoto se realizó en N24 Galería de Arte de Quito, del 23 de febrero al 11 de marzo de 2022. Publicamos el texto curatorial escrito por Ana Rodríguez y un registro fotográfico de la exposición y de las obras, cortesía de la galería.
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Geovanny Verdezoto. Sahumerio. Afiche / Promocional. 2023. Diseño: José Avilés
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Sahumerio
Texto curatorial por Ana Rodríguez
Geovanny Verdezoto vive en Santo Domingo de los Tsáchilas, ciudad rodeada de selvas, sobre el flanco externo de la cordillera occidental de los Andes, en el cruce de caminos que bajan de la sierra hacia el mar, en donde el sol y la humedad son interminables. Desde el encierro que produjo la pandemia, Verdezoto empezó a inventar una iconografía de los “días oscuros” o “tiempos sombríos”, a través de exploraciones con tinta china que recorren diversos mundos hasta producir una especie de inventario de micelios y creaturas de la selva y la humedad, ciudades, edificios, paisajes y cosas. Son centenares de imágenes, en negro sobre blanco, de las cuales hemos extraído una selección intitulada “Sahumerio, archivo del pequeño presente”. Hemos privilegiado las imágenes que representan sujetos y acontecimientos, intempestivos y que transforman la oscuridad en movimiento, tendiendo sus cuerpos hacia la luz. Hemos clasificado estas imágenes en tres grupos que hablan de la duración: “extraer los
suelos o los tiempos largos”, “prender los fuegos o el tiempo corto”, “poner el cuerpo o el tiempo presente”.
El presente es un tiempo sombrío, de enfermedad y guerra, de puesta en suspenso de los derechos. Sin embargo, el duelo y el hambre movilizan una energía que nos saca del letargo y la indiferencia. La pérdida funciona como un motor y el deseo de actuar, de poner el cuerpo, se toma la calle y el campo y viaja por el aire. El agua y el humo conectan este archivo, esta colección de imágenes sobre el tiempo que vivimos, que desafía muchas de las fotografías y los videos de los medios y las redes y a la vez se nutre de ellos, pero habla en primera persona, asumiendo la responsabilidad de lo mostrado, soltando la obra para su interpretación, y reconociendo sujetos y objetos de este tiempo que Verdezoto se niega a dejar en la masa unificada del olvido. Propone alimentar la
memoria.
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Geovanny Verdezoto. Sahumerio. Vista de sala, 2023. Fotografía: Francesca Fruci, N24 Galería de Arte
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De izquierda a derecha: Geovanny Verdezoto. Clasificación de huevosde aves migratorias. Tinta china sobre papel. 113 x 80 cm. 2022; Humo, fuego, tinta, agua y viento. Video 3 min 20 sec. 2023.
Sahumerio. Vista de sala, 2023. Fotografía: Francesca Fruci, N24 Galería de Arte
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Extraer los suelos o los tiempos largos
Sahumerio es de cierta forma la confluencia de imágenes conectadas por la mirada de Verdezoto y el agua de la tinta, que cuando se seca parece tener movimiento de humo. La forma del humo dice algo sobre cómo se produjo. Si hay más humo es porque las partículas finas se suspenden en el aire y la combustión es tóxica, a diferencia del humo acuoso que se eleva rápido. La suspensión es el tema de esta serie. Verdezoto teme que algo se acabe, se pierda, y por ello empieza a pintar la pérdida, expía el miedo. Salen de los cuerpos unas manchas de tinta que parecen almas, que parecen humo. La tinta recoge lo que se quema o lo que se agota, el fuego es antropogénico. No es ni el fuego sagrado de los ritos de la Pachamama en los que se quema el palosanto, ni el humo sulfuroso del volcán en donde se transforma la materia geológica. El humo denso es endógeno al proceso humano extractivo y al residuo de toxicidad que origina el tomar de los subsuelos para el mundo humano. Los sáparas de la Amazonía ecuatoriana dicen que lo que en occidente llamamos petróleo es un espíritu que enriquece el suelo, y eso explica para ellos -se entiende en cualquier lengua y epistemología- porqué en esos territorios, los que tienen la mayor riqueza y diversidad biológica del planeta, hay un subsuelo lleno de esa savia. Los sáparas piensan que no hay que agotar ese espíritu en el subsuelo de la selva. Lo que la dependencia y la colonialidad han producido es que no seamos capaces de organizar la vida por fuera del registro binario de extraer/no extraer, en lugar de plantearse no agotar, y madurar nuestra relación con el suelo. Las capas no son espacios geográficos, son sobre todo tiempos, y el significado que tengamos de ellos – que le atribuimos para nosotros mismos como sujetos- es ético y político, porque afecta la supervivencia y el devenir de la especie.
En ese sentido, esta exposición habla sobre concepciones del tiempo unidas por el humo y el agua, que son capaces de colarse y traspasar las capas físicas que recubren lo que nos importa: el petróleo, el suelo, la selva, la cosecha, el agua, la lluvia, el cielo, la comunidad, la fiesta, la escritura, el levantamiento. También hay capas de espectáculo, capas de suelo, capas de especulación, capas de burocracia, esta muestra lleva en su corazón la contradicción misma del presente y la lucha por la vida: la violencia, la pobreza, la dominación, el combustible, el agua, la esperanza, la olla comunitaria, la comunidad de cuerpos que sostienen la oscuridad, el deseo de levantarse. Es decir que la lucha de tiempos largos, de siglos, se une al signo del presente inmediato, del hambre y del movimiento de capas hoy, del precio del combustible hoy, del agua que se pierde hoy, de la enfermedad desconocida hoy, frente al cual ponemos como blanco de nuestra lanza la cara del estado y la política, y la violación constante del derecho, de los derechos, que seguimos agitando como una capa en la superficie, buscando agitar capas en la profundidad tectónica del tiempo.
Una concepción distinta del tiempo y del espacio, alejada del mundo occidental desarrollista, se presenta como una respuesta a esas columnas de humo extractivas. Lograr apagarlas se ve lejano y casi imposible, las valoramos de manera inversamente proporcional al valor que le damos al campo y al suelo. Todas las contradicciones del sistema someten el mundo de la vida y hace siglos que los movimientos sociales, indígenas y campesinos, toman la palabra con la convicción de una transformación.
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De izquierda a derecha: Geovanny Verdezoto. Estudio de rapaces. Tinta china sobre papel. 115 x 60 cm c/u. 2022; El flautista. Tinta china sobre papel. 53 x 61 cm. 2022; Estudio de manifestante. Tinta china sobre papel. 54 x 60 cm. 2022. Fotografía: Francesca Fruci, N24 Galería de Arte, 2023
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Obras en tinta, de izquierda a derecha: Geovanny Verdezoto. El poder brutal. Tinta china sobre papel. 113 x 80 cm. 2022; Tres hermanas. Tinta china sobre papel. 113 x 83 cm. 2022; La chamiza. Tinta china sobre papel. 115 x 57 cm. 2022; (arriba) Estudio de iguana marina. Tinta china sobre papel. 113 x 80 cm. 2022; (abajo) Estudio de mariposa nocturna. Tinta china sobre papel. 2022. Fotografía: Francesca Fruci, N24 Galería de Arte, 2023
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Prender los fuegos o el tiempo corto
Para levantar un peso hay que empezar levantando primero el propio cuerpo, dice Didi Huberman. Propone una forma específica de leer las imágenes como poderosas, capaces de transformar el relato y entonces nuestra comprensión de la realidad. “Lo que nos levanta son fuerzas” dice Didi Huberman (3), fuerzas que provienen del deseo. El deseo a su vez tiene múltiples entradas: el duelo, la pérdida injusta de la vida de los cercanos o de la tierra ancestral, la opresión, el hambre. El movimiento de superficies de sábanas y de mantas, de superficies de humo, de superficies de calle. El levantamiento físico de esas superficies deja ver el carácter del levantamiento político: la persistencia en la vida. No hay pulsión de muerte, hay deseo. Para levantar un peso grande hay que levantar el propio cuerpo primero y así levantar el peso común que no podríamos si estuviésemos solos. La fuerza de los levantamientos proviene del movimiento de un cuerpo individual dentro de una comunidad de cuerpos en conflicto, y su carácter o su pathos se puede identificar también en la superficie de las cosas, así como la tapa de la olla vibrando. El “accesorio en movimiento” como decía Warburg , como la agitación de una superficie en una imagen – como los drapeados o el ondular de un vestido- es hablar del pathos, de un signo que figura la emoción. Lo que vemos es el origen físico de las formas. Verdezoto explora ese pathos en las superficies de aquello que acompaña los acontecimientos: la olla, la botella de Pilsener, el edificio que se diluye y que tiembla, el palpitar de los objetos que son parte de ese movimiento mayor. “Prender los fuegos” es una expresión que recoge distintas pequeñas cosas que son parte del tiempo que vivimos como la olla comunitaria en la pandemia y en la revuelta, como la comida que viaja desde distintos puntos del país y de la ciudad para alimentar a miles, en comunidades de Ecuador y en muchas localidades del planeta. También son los fuegos sagrados y el humo que bendicen la jornada antes de empezar la lucha, en universidades y colegios religiosos que abren sus puertas y se transforman en camas y comedores colectivos, porque hace tiempo que esa forma de la iglesia hizo un pacto con el movimiento y la transformación. Son también los fuegos de las llantas que queman larga y densamente, con humo pesado que, en un juego de espejos, anuncia los límites y bloquea el camino.
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De izquierda a derecha, pared: Geovanny Verdezoto. Estudio de torre petrolera. Tinta china sobre papel. 58 x 83 cm. 2022; Quito desde occidente a oriente. Tinta china sobre papel. 113 x 88 cm. 2022; La olla comunitaria. Tinta china sobre papel. 60 x 63 cm. 2022; La guerra o la fiesta. Tinta china sobre papel. 70 x 61 cm. 2022; Pelea de burros o diálogo roto. Tinta china sobre papel. 53 x 61 cm. 2022; Estudio de paiche amazónico. Tinta china sobre papel. 150 x 114 cm. 2022. Fotografía: Francesca Fruci, N24 Galería de Arte
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Poner el cuerpo o el tiempo presente
Esta serie organiza el deseo y la palabra: trabajar, trabajar siempre, mover la tierra, sembrar, cosechar, vender, movilizarse, organizar el transporte, ocupar el espacio, levantar el brazo, caminar la ciudad ajena, estirar el cuerpo entero, correr, sentir euforia o injusticia, alimentarse, agradecer. Poner el cuerpo significa entender la secuencia de gestos como en esta explicación que da Rosa Cabrera (Yachag del cerro Ilaló, 2022) a sus ayudantes, mientras cargan el compost en el vehículo:
Después de cada día de lucha, hay que traer de vuelta al campo lo que sobra de la cocina de la ciudad para alimentar el compost, hay que recordar a los cuyes, a las gallinas, a los cultivos, que sin ellos no habría comida, no habría sabiduría, no habría fuerza, no habría lucha. Nos pueden encerrar, nos pueden hasta matar, pero seguimos vivos, ellos matan personas individuales, no entienden que somos como un cuerpo con miles de cerebros, que no deja de reproducirse, y son ellos que avivan el fuego.
Los tiempos andinos son tiempos de luchas largas, que van más allá del tiempo de un hombre, son luchas de una comprensión del mundo y de una cultura, los tiempos del presente se inscriben en el pasado y se proyectan indefinidamente. Aquí aparece el último tema de esta serie: los cuerpos. Verdezoto reconoce ciertos movimientos de los cuerpos que se repiten y se articulan en pequeños grupos o entre miles, y que se expresan para lograr la proeza de abrazar la revuelta, o sea la vuelta al círculo que nos lleva al mismo punto, pero transformados. Hace estudios de manifestantes, escenas aisladas, casi estampas, casi viñetas. Y de pronto hace un alto, ante el cuerpo caído del joven Guido Watatuka, el impacto en su cráneo, el humo de la granada que se activa. La huella de esa muerte es enorme, la expresión física de ese golpe desgarra. Representa para él la ampliación del registro, la metonimia que pone en cuestión la vida misma. A partir de ahí, aparecen formas primordiales de cuerpos entre la vida y la muerte, de los animales faenados, sus posturas, nos hacen pensar en todos los cuerpos “que se ponen”. Esta serie da cuenta de un estado intersticial, que no logra separar la vida de la muerte, que Verdezoto explora y tiende sobre la mesa: la gallina que faena su madre, las cabezas de los cerdos (como una especie de reconocimiento a las que vemos en los mercados en el giro del hornado), los rapaces en distintas poses, la mariposa que no se sabe si está viva o muerta (claro que está muerta) pero la tinta en ella se mueve, los huevos clasificados como una anticipación del deseo de archivo, la concha como un antiguo gesto de ordenamiento del mundo natural que habla de la duración (la imposibilidad de medir el sentido del tiempo). Esos cuerpos son el detonador de esa reflexión, ansiedad por resguardar y exponer, para dejar registro de algo ya perdido, en este pequeño archivo de la impermanencia.
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De izquierda a derecha: Geovanny Verdezoto. Mapa sonoro de Quito. Tinta china sobre papel. 83 x 113 cm. 2022; Estudio de mariposa nocturna. Tinta china sobre papel. 113 x 80 cm. 2022; Estudio de concha. Tinta china sobre papel. 80 x 113 cm. 2022. Fotografía: Francesca Fruci, N24 Galería de Arte
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