Presentamos la tercera entrega de la serie “Traslado de bienes culturales a Unasur: Voces expertas opinan” de Paralaje, en la cual debatimos la decisión del Ministro de Cultura y Patrimonio (MCYP) de trasladar las colecciones patrimoniales de arte y arqueología, que actualmente se encuentran en el edificio Aranjuez (en riesgo), al edificio exsede de la Unasur. Un aspecto importante de esta discusión es la posibilidad de llevar también a ese lugar el Museo Nacional, inaugurado hace apenas un par de años en el inmueble de la Casa de la Cultura.
En esta ocasión compartimos las contribuciones del poeta e historiador Ángel Emilio Hidalgo (Universidad de las Artes de Guayaquil), la historiadora del arte María del Carmen Oleas (Universidad Central del Ecuador), y el antropólogo Florencio Delgado (Universidad San Francisco de Quito).
Anteriormente, publicamos opiniones de las historiadoras Carmen Fernández-Salvador (Universidad San Francisco de Quito), Trinidad Pérez y Santiago Cabrera (Universidad Andina Simón Bolívar). Gracias a este artículo, el MCYP publicó los informes y documentos relativos al traslado de bienes culturales. En este compendio se encuentra el informe que justifica la elección del edificio de Unasur. En una entrevista con el historiador Guillermo Bustos (UABS), valoramos los criterios técnicos empleados para dicha selección. Bustos menciona que el informe tiene deficiencias técnicas y contradicciones.
Cabe mencionar que el día de ayer, la historiadora del arte Alexandra Kennedy publicó un editorial en diario El Comercio que refiere el planteamiento de la Coalición por la Defensa del Patrimonio, un colectivo de docentes y estudiantes universitarios, investigadores y organizaciones profesionales y civiles, que desde el mes de enero ha cuestionado a través de cartas públicas la decisión del ministro Juan Fernando Velasco de llevar los bienes culturales a Unasur.
Opinión de Ángel Emilio Hidalgo
Es imperativo y lógico que las colecciones de arqueología, arte colonial, arte contemporáneo y documental-bibliográfica que reposan en el edificio Aranjuez se trasladen a un espacio que asegure la permanencia de estos importantísimos bienes patrimoniales del Ecuador, al menos durante un buen tiempo, en el mejor estado de conservación posible. Pienso que nadie medianamente sensato podría oponerse a esta necesidad.
Sin embargo, también creo que debería escucharse a los profesionales que se han pronunciado con criterios técnicos, respecto a los edificios cercanos, ubicados en el centro de la ciudad y que podrían destinarse para albergar las colecciones, en vez de pensar en un lugar tan distante como el edificio de la Unasur, que está en las afueras de Quito.
Por otra parte, la idea de trasladar el Museo Nacional (MUNA) me parece desatinada, pues hace dos o tres años ya hubo una inversión importante para la construcción de este espacio cultural. Debemos ser más sensibles ante la situación de crisis generalizada que está atravesando el país, especialmente en el área cultural, con espacios del Ministerio de Cultura actualmente en la inanición, tanto por el recorte presupuestario como por la acreditación impuntual de fondos, por parte del Ministerio de Economía y Finanzas. Que se planee destinar grandes cantidades de dinero para la reubicación del Museo Nacional me parece un gasto innecesario, un lujo en medio de la pretendida búsqueda de austeridad en tiempos de pandemia. Esos fondos públicos, más bien, deberían redistribuirse de manera más equitativa en “territorio”; es decir, en las distintas instancias regionales donde se espera una mayor presencia y gestión por parte del Ministerio de Cultura.
Ángel Emilio Hidalgo (Guayaquil, 1973) es historiador, poeta y catedrático universitario. Candidato a Doctor en Historia por la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla; Magíster en Historia Andina y Especialista Superior en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, y Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Docente en la Universidad de las Artes. Miembro de la Academia Nacional de Historia.
Opinión de María del Carmen Oleas
La decisión del traslado de los bienes patrimoniales y las colecciones de arte que ahora reposan en el edificio Aranjuez a otros inmuebles debe estar basada en criterios técnicos. De esta forma, la convocatoria del Ministerio de Cultura del 26 de junio de este año, para conformar una comisión de trabajo permanente que construya una propuesta para trasladar los fondos bibliográficos y archivísticos a un repositorio cercano, es pertinente, aunque es evidente que fue tomada por la presión que ejercieron grupos como la Coalición por la Defensa del Patrimonio. Una de las tareas de la comisión será buscar espacios apropiados para todos los bienes patrimoniales. Sin embargo, también resulta primordial coordinar un trabajo de inventario de los contenidos de los fondos y colecciones que se trasladarán a diferentes edificaciones. Tener constancia de lo que se moverá de un espacio a otro y de lo que se depositará en los nuevos repositorios es necesario para una conservación adecuada de los bienes.
Por la importancia de las colecciones y fondos que se trasladarán, resultaría inadecuado basar esta decisión solamente en criterios económicos (aunque es innegable que en estas circunstancias lo económico es determinante). Criterios como la ubicación de los nuevos edificios no son técnicos y poco tienen que ver con una conservación correcta de los bienes, es así que no deberían ser considerados para tomar esta decisión. De esta manera, si la sede de Unasur resulta ser el único edificio que reúne todas las condiciones de conservación y, además, tiene el espacio necesario para albergar, tanto los fondos documentales como las colecciones de arte, entonces debe trasladarse los fondos bibliográficos y archivísticos junto con las colecciones de arte a ese inmueble. Pero, como he mencionado antes, esta resolución debe hacerse en base a criterios técnicos y no arbitrariamente, como se ha dispuesto el traslado de las colecciones de arte.
Sobre la posibilidad de mover el Museo Nacional, junto con las colecciones, a la sede de Unasur, considero que no sería una medida conveniente. La razón principal para mover las colecciones y fondos documentales es la inestabilidad estructural del edificio Aranjuez, este no es el caso del edificio de la Casa de la Cultura donde se encuentra el Museo Nacional; así, este movimiento sería innecesario y, sobre todo, se incurriría en gastos que, en este momento de crisis económica, sí resultarían superfluos. Además, tradicionalmente, museos y galerías de arte se ubican en los centros de las ciudades con el fin de lograr una difusión adecuada de sus contenidos, en este caso, la distancia sí es un factor determinante.
María del Carmen Oleas vive y trabaja en Quito. Doctora (PhD) en Historia de los Andes por FLACSO sede Ecuador, es docente universitaria e investigadora independiente. Actualmente trabaja en la publicación de su investigación doctoral sobre el arte contemporáneo en Quito entre 1966 y 2008.
Opinión de Florencio Delgado
Si nos manejamos por los informes, claro que la mejor opción parece Unasur, y es que es un documento realizado por el Ministerio (principal interesado en llevar las reservas a ese lugar). Cabría preguntarse si unas comisiones integradas también por personas fuera del Ministerio llegarían a la misma conclusión. El informe es tan sesgado que no hay ninguna objeción del edificio de Unasur, es decir es perfecto y entonces hay una clara tendencia en todo el informe para concluir que hay que llevar los bienes culturales a Unasur.
Lo que no dice el informe es que este edificio aún está en el limbo jurídico, pues aún no está claro cómo resolverán el lío sobre la propiedad del terreno. Eso hace que, llevar las reservas a Unasur en realidad ponga en peligro los bienes, que irían de un edificio que está en riesgo de colapsar a un edificio que no se sabe a ciencia cierta a quienes pertenece. Esta decisión va en contra de la obligación que tiene el Estado y en el gobierno como su administrador de cuidar la integridad de los bienes del patrimonio cultural para que los ciudadanos puedan ejercer su derecho a su disfrute.
Juntar a la reserva arqueológica, que como su nombre dice es “reserva”, con los fondos documentales que claramente tienen otras características es totalmente errado. Se ha planteado el argumento de que con el traslado a zonas periféricas se permite el acceso de estos repositorios de la memoria a estas poblaciones, pero la reserva arqueológica nunca ha sido de acceso a la población, de hecho, hasta hace poco tiempo, el acceso era restringido incluso a los investigadores. Y los fondos bibliográficos, que son de consulta de investigadores, difícilmente van a ser puestos al acceso masivo, por ello el argumento cae por su propio peso. De forma incorrecta se ha planteado que los colectivos estamos en desacuerdo por que Unasur está lejos; el problema no es que esté lejos o cerca, sino que la reserva arqueológica, los fondos documentales y el Museo Nacional no deben estar aislados de todo un centro cultural conformado por el Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional, y otros espacios para la investigación patrimonial.
Florencio Delgado Espinoza es PhD, BA y MA, Universidad de Texas, San Antonio. PhD Antropología, Universidad de Pittsburgh. Actualmente coordinador de la carrera de Antropología y director del Centro de Investigaciones Socioculturales de la Universidad San Francisco de Quito.
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