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Cherry me dice cosas que no quiero saber

Texto curatorial de la exposición de Gabriela Chérrez 

Por Ana Rosa Valdez

En el año 2007 la obra Ardo por un semental que me llene toda de Gabriela Chérrez obtuvo el Primer Premio del Salón de Julio en medio de acalorados debates sobre la representación de la sexualidad y la feminidad en el arte. Mientras el sector más progresista de la crítica valoraba la pieza por su calidad estética, el ala conservadora de la Iglesia católica la condenaba radicalmente. ¿Cuánto ha madurado el medio cultural ecuatoriano en temas de género y libertad de expresión en este tiempo? Probablemente no tanto como hubiésemos esperado.

Para celebrar el décimo aniversario de Ardo…, y reiterar la importancia del debate sobre género, cuerpo y sexualidad en el arte ecuatoriano, hemos organizado una exposición que explora los mundos íntimos de la artista, para descubrir, junto a ella, los conflictos que supone la reinvención de los afectos, el despliegue de la sexualidad y la búsqueda de una nueva feminidad a través del arte, el humor y la crítica.

En esta muestra Chérrez se expone a sí misma como mujer y artista, pero también se esconde en sus propios personajes. La encontramos flirteando con Benjamín Carrión —promotor de la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana—, en una colección afectiva de objetos que dan cuenta de sus aventuras sentimentales, o en la fogosa protagonista de Ardo… La exposición culmina con una voz femenina empoderada que le recuerda al visitante su lugar en estas historias.

Ardo por un semental que me llene toda. Esmalte de uñas sobre azulejos. 270 x 150 cm. 2007. Fotos: Ricardo Bohórquez.

Ardo por un semental que me llene toda

Ardo por un semental que me llene toda puede leerse hoy como un statement artístico, un gesto provocador que perturbó los cimientos conservadores de la sociedad guayaquileña, y una apuesta por el empoderamiento de las mujeres en el territorio del arte. La pieza narra la aventura de una mujer peligrosa —según su autora—, que atemoriza por profesar un deseo sexual irrefrenable y una conducta “amoral” y frívola, opuesta al rol asignado a las mujeres como madres y esposas en la sociedad.

La obra recurre a la apropiación artística de referentes de la cultura popular —una historieta pornográfica adquirida en un comercio del centro de la urbe—  y el uso discursivo del material —esmalte de uñas sobre azulejos—. Chérrez decidió utilizar ese soporte al observar los ornamentos naturales que suelen colocarse en las baldosas de la cocina, un lugar comúnmente asignado a las mujeres en el patriarcado. Los aspectos culturales de este material dialogan con las connotaciones del esmalte de uñas en cuanto referente de una belleza normativa. Además, la artista nombró a la obra con un título arrollador que expresa sin tapujos el ejercicio de una sexualidad emancipada y auténtica; nada más contundente para afirmar una feminidad insumisa.

Otra operación estratégica fue desviar el carácter pedagógico de las historietas eróticas y pornográficas mexicanas; éstas, por lo general, culminan con mensajes moralizantes y una restitución del orden social que ha sido invertido por la lujuria de sus protagonistas. Chérrez modificó el fin de la historia original para librar de culpa y remordimientos a la ardiente pelirroja, y dejó el relato en suspenso para que fuese el espectador quien valore la narración, finalmente, desde su propia ética personal.

Secretero de Ámbar. Mueble circular de madera de pino y objetos varios. 98 cm h. x 80 cm Ø.  2017. Diseño: Gabriela Chérrez y Damián Sinchi. Fabricación: Damián Sinchi. Fotos: Ricardo Bohórquez.

Secretero de Ámbar

Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar.

William Shakespeare

El Secretero de Ámbar es un lugar para la memoria íntima, aquella en la que habitan los afectos y las pasiones más profundas. Diseñada como una rareza mobiliaria, la obra alberga una colección de objetos sentimentales que cuentan las aventuras y romances de Ámbar, un curioso personaje que comparte con el público las huellas de su intensa vida amorosa.

En esta obra Gabriela Chérrez nos convierte en mirones, en personajes entrometidos en una historia ajena que, sin embargo, adquiere forma, color y textura en nuestra propia mirada. Al echar un vistazo a los cajoncitos que conforman el secretero, nos encontramos con episodios de una biografía sentimental diseminada en cartas, fotos, regalos, souvenirs y juguetes sexuales que construyen una arquitectura mnemotécnica. En cuanto espectadores, sólo podemos especular sobre los significados que cada objeto evoca.

Cada cajón corresponde a uno de los setenta y siete amantes registrados en la lista de Ámbar; número que, en una sociedad conservadora como la ecuatoriana, podría condenarse como símbolo de una vida de excesos. Sin embargo, al observar el cuidado y dedicación con la que ha sido elaborado cada pequeño recinto, constatamos que para la protagonista cada persona representa una parte importante en su historia e identidad sexual y afectiva.

La obra no sólo rememora las experiencias más ardientes, como las que aparecen en los cajones con cinco estrellas, sino también varios desencuentros, por ejemplo, el de la primera gaveta, que tiene sólo una estrellita, y que seguramente pertenece al primer compañero sexual de Ámbar. Como la vida, el mueble es circular, y contempla cajones extra para nuevos capítulos.

Gabriela Chérrez <3 Benjamín Carrión. Instalación con globos de fibra sintética de poliamida. Dimensiones variables. 2017. Fotos: Ricardo Bohórquez.

Gabriela Chérrez <3 Benjamín Carrión

La trayectoria profesional de Gabriela Chérrez se compone de itinerarios en los que la creación artística y la gestión cultural han ido de la mano. En estos ámbitos laborales, así como en la docencia que hoy ejerce, la artista ha desarrollado como estrategia de supervivencia el reservarse una visión crítica frente a las instituciones culturales. En esta obra esa actitud se materializa en un suave coqueteo con el promotor de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. La artista se apropia de su frase insigne para proponer, no sin ironía, un nuevo sueño civilizatorio: convertir al Ecuador en una potencia sexual “porque para eso nos alienta el cuerpo y la historia”. De esta manera Chérrez dialoga con la utopía de Benjamín Carrión, quien creyó que nuestro destino era convertirnos en una potencia cultural ya que “no podíamos ni debíamos” serlo en otras esferas como la política, la economía, la diplomacia o la milicia.

La idea de Carrión se convirtió en la frase motivadora de la Casa, e impulsa su gestión cultural hasta ahora. Si visitamos el Museo de Arte Moderno de la CCE, la podemos encontrar en letras conmemorativas que parecen simbolizar, en la dureza y perdurabilidad del material, la vigencia y solemnidad del enunciado. A diferencia de esa estética museal que parece convertir a las palabras de Carrión en un ideal ahistórico, escrito en piedra, Chérrez elige un soporte efímero y festivo para compartir con espontaneidad su singular “propuesta”, sin ánimos de perpetuarla. El doblez de la superficie donde se instala la obra alude, metafóricamente, a la necesidad de un quiebre en la visión patriarcal que ha caracterizado, desde su fundación, la política cultural y administrativa de la Casa de la Cultura. Nunca una mujer, en la historia de la institución, ha ocupado la presidencia nacional.

Agujero glorioso. Instalación sonora, ambientación con tela y madera. Dimensiones variables. 2017. Fotos: Ricardo Bohórquez.

Agujero glorioso

 

Hace algunos meses, al transitar por un lugar público de Guayaquil, ocupado por varias trabajadoras sexuales, Chérrez escuchó la conversación de una de ellas con un cliente que intentaba regatear el valor de sus servicios. De la plática la artista extrajo una frase lapidaria, que llama la atención si la entendemos como una ingeniosa respuesta a la actitud abusiva de alguien que busca sobrepasarse; un “estatequieto” que obliga al otro a comportarse a la altura, a pesar de las circunstancias.

Las palabras que se escuchan en la obra son poco comunes en el medio artístico local, en donde la mayoría de mujeres opta por la corrección moral y política para obtener beneficios que de otro modo, es decir, diciendo realmente lo que piensan, difícilmente alcanzarían. El campo del arte, al igual que otros espacios laborales, mantiene una estructura patriarcal heredada que perpetúa las inequidades de género. Ante esa situación, Chérrez ha elegido no acallar su voz ni desestimar sus impulsos, con la convicción de que es preciso empoderarse como mujer y artista.  

Agujero glorioso cierra la exposición de un modo interpelante, con crudeza y determinación, sin dejar de recordarle al visitante su lugar en estas historias.

Epílogo: Sobre la curaduría

 

“Cultural confinement takes place when a curator imposes his own limits on an

art exhibition, rather than asking an artist to set his limits”.

Robert Smithson

El proceso curatorial con Gabriela Chérrez significó crear un espacio creativo para analizar y pulir las ideas que dieron origen a las obras. Mi trabajo consistió fundamentalmente en cuestionarlas desde reflexiones feministas que, en los últimos meses, había comenzado a incorporar a mi vida diaria. En lugar de establecer un marco curatorial anticipado, para contener las propuestas artísticas, opté por el desarrollo sistemático de preguntas que colocaran a Chérrez en un lugar de incomodidad, con el propósito de acercarla a sus propios límites, para reconocerlos y, así, poder romperlos.

En Gabriela Chérrez <3 Benjamín Carrión, por ejemplo, tuvimos un diálogo crítico sobre el material. Me interesaba que la obra cuestione la escritura en piedra de los grandes líderes culturales, por lo que pedí a la artista que eligiera un material más acorde con su propia feminidad. De esta forma seleccionó un soporte que, al inicio, me resultó inapropiado —los globos de de fibra sintética de poliamida; pero, desde la convicción de que debíamos seguir nuestras intuiciones y, a ratos, dejarnos llevar por el azar, asumí el desafío de hacer una interpretación curatorial del mismo. De esa forma, surgió también el título, en alusión al estereotipo del coqueteo femenino, un recurso que nos sirve para interpelar críticamente la visión política y cultural de Benjamín Carrión.

Entiendo la curaduría como un trabajo que rebasa la gestión de exposiciones; para mí es una labor crítica que emerge al compartir un espacio de aprendizaje común con los y las artistas. En este contexto mi función no es complacer sino tomar el riesgo de lanzar preguntas difíciles, incómodas, y esperar que mi interlocutor(a) haga lo propio. La práctica curatorial es un diálogo del que se esperan respuestas —obras concretas, decisiones de montaje, textos específicos—  aunque la clave escapa continuamente de ellas: el sentido de este trabajo habita, más bien, en el micro tejido social y afectivo que se produce en las conversaciones, lecturas, visitas a exposiciones y demás actividades que conforman el proceso. La obra El Secretero de Ámbar, por ejemplo, se convirtió en un proceso colaborativo en el que decidí compartir experiencias propias, como la idea de hacer una lista de compañeros sentimentales y una mini colección de objetos afectivos. Éstas sirvieron como pautas para nutrir el diálogo con Chérrez, quien logró moldear la idea desde su propias vivencias, cuidando minuciosamente cada detalle de tal modo que podemos apreciar una obra tremendamente seductora.  

Seis meses nos dedicamos a pensar e imaginar esta exposición, tiempo en el que también nos permitimos reflexionar sobre nuestras propias feminidades y su despliegue en el campo artístico. Ambas coincidimos en la necesidad del empoderamiento de las mujeres, lo cual sólo significa una lucha individual sino, principalmente, colectiva. Esperamos que esta muestra contribuya al debate desde la autonomía socialmente condicionada del arte contemporáneo.

Ana Rosa Valdez

Registro visual de la exposición por Ricardo Bohórquez.

Registro visual de la exposición por Rodolfo Kronfle Chambers

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