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Doce artistas opinan sobre el Museo Municipal de Guayaquil #10 Fernando Falconí

Por María Gabriela Fabre y Ana Rosa Valdez

Hace algunas semanas el Director de Cultura y Promoción Cívica del Municipio de Guayaquil, Arq. Melvin Hoyos, declaró que a pesar de mantenerse 26 años en el cargo no hay nadie preparado para sucederlo. Presentamos doce entrevistas con artistas que actualmente viven en la urbe para conocer sus opiniones sobre la gestión del Museo Municipal de la ciudad donde su figura ha sido gravitante. Varios de ellos han obtenido premios y reconocimientos en eventos organizados por aquella institución, a más de ser docentes universitarios con experiencia.

Hemos convocado a creadores y creadoras emergentes, de mediana y larga trayectoria, en su mayoría personajes de indiscutible relevancia en la escena local y nacional. Esperamos que estas declaraciones contribuyan a analizar las políticas y programas culturales del gobierno local, y más en específico del Museo Municipal, en un sentido crítico y reflexivo.

Fernando Falconí (Guayaquil, 1980) es artista visual y docente. Estudió Diseño Gráfico en la ESPOL. Miembro del colectivo Lalimpia. Docente en el programa del Bachillerato Internacional en Artes Visuales. Sus obras han sido compiladas y coleccionados por instituciones como: CIFO, MOLA, Museo Municipal de Guayaquil, Casa de la Cultura. Entre sus principales participaciones están: Bienal del Museo del Barrio, New York (2007); artista invitado en la galería Braga Menéndez, Buenos Aires (2008); X Bienal de La Habana (2009) con el colectivo Lalimpia; representante de Ecuador en la LIII Bienal de Venecia en 2009; exposición “Playlist” en la Bienal de Cuenca de 2009; exposición individual “Leviatán” en dpm gallery (2012); exposición “Kunsterliaison” en la Galería Munikat, Munich (2014); exposición “La colectiva del año” en la galería Salón Comunal en Bogotá (2014); “Rompeflasche” H2 Centro de Arte Contemporáneo de Ausgburgo – Alemania ( 2016); Chaupi-Aequator, Palacio de América Latina, Paris (2016.) Ha exhibido también en Londres, Los Ángeles, Seattle, Miami, Seúl y Lima.

¿Crees que en la ciudad hay personas capacitadas para el cargo de Director de Cultura y Promoción Cívica del Municipio de Guayaquil?  

Si en la ciudad no existiera una persona capacitada para el relevo, se podría buscar profesionales que hayan trabajado en contextos latinoamericanos similares. Las problemáticas culturales en América Latina son parecidas. No es una excusa el tener que buscar a una persona que pueda suceder al Arq. Melvin Hoyos, considerando que ha estado ahí por 26 años.

Imagino que se necesita a alguien con experiencia en gestión cultural. Melvin Hoyos tiene estudios en arquitectura e historia del arte. Estudió en la “Sorbona” de París, y ha tenido logros académicos interesantes en su generación. Pero la dinámica cultural de una ciudad en el mundo contemporáneo necesita un gestor cultural con ideas innovadoras, como las que quizás tuvo al inicio de su gestión. Guayaquil no tenía ningún tipo de institucionalidad cultural luego del Bucaramato.

¿Crees que es necesario un relevo?

Sí se necesita un relevo, sobre todo por algunos episodios negativos que tuvo el Director de Cultura hace algún tiempo, y por la inconformidad de varios artistas en el medio —no creo que sean pocos—.  

¿Cuales fueron esos episodios?

En cuanto a las artes plásticas, el primer episodio fue la censura de las obras de arte que supuestamente tenían contenidos inapropiados para ser exhibidos en un museo de una ciudad como Guayaquil. En segundo lugar, el retroceso en las bases del Salón de Julio. Años antes, éstas se habían abierto a la posibilidad de admitir obras que pensaban la cultura desde una perspectiva abierta, muchísimo más amplia. Había una visión interdisciplinar del arte y lo contemporáneo. Pero, luego, el salón se redujo exclusivamente a la pintura tradicional, nuevamente con la prohibición de no exhibir nada sexualmente explícito.  

Melvin Hoyos, en sus últimas declaraciones, sostiene que se enorgullece de gestionar el Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) con un bajo presupuesto. Sin embargo, la escena guayaquileña de inicios de este siglo apostaba por una industria cultural, un museo de arte contemporáneo hermanado con instituciones prestigiosas en el extranjero, que desarrolló una serie de talleres, mesas de intercambio y transacciones entre colegas latinoamericanos*. Que un funcionario, en la actualidad, ponga como meta el mantenerse dentro del presupuesto asignado, me parece que no responde a los parámetros con los que se debería juzgar al arte. Mientras se dialogue de una manera eficiente con los artistas, las obras y el público, no importa el presupuesto que se necesite. Uno de los grandes problemas es la falta de dinero, pero para eso existe la autogestión.

No creo que haya que conformarse con los presupuestos que se asignan. Pueden ser menores o mayores, pero, en definitiva, el FAAL podría convertirse en algo más ambicioso. Los artistas somos entes de creación, al inicio carecemos de presupuestos. No estoy seguro de en qué medida el Municipio apoya económicamente a los participantes del FAAL. ¿Les da algún refrigerio? Si se quiere crear una escena más saludable en Guayaquil, debemos considerar que los artistas necesitan tener un presupuesto, porque dedican su tiempo y esfuerzo al participar en condiciones al aire libre en un concurso. Si se toma en cuenta esto las condiciones podrían mejorar.

*N. de la E.: Se refiere al Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC). Previo a su inauguración, se realizaron diversas actividades preparatorias, por ejemplo, el proyecto “Ataque de alas” que estaba enfocado en la inserción del arte en la esfera pública, o el ciclo de conferencias con curadores de la región, entre otros.

¿Qué harías distinto o qué propuestas te gustaría ver implementadas?

Voy a contar un episodio del que fui protagonista, cuando con el colectivo LaLimpia nos invitaron a participar a la Bienal de La Habana. Tuvimos una reunión con Melvin Hoyos en la que le dijimos que necesitábamos un apoyo económico para solventar los gastos de la obra. Y nos dijo claramente que no lo iba a hacer, porque “ahora el dinero lo tiene el Estado”, y que deberíamos pedirlo directamente a éste. Esta actitud me parece contradictoria en una persona persona que, según sus declaraciones, fomenta y apuntala, a través de la cultura y el museo, los valores sociales de la “guayaquileñidad”, como la cortesía, el empuje, la educación y la solidaridad. Como historiador, supongo que está empapado del “pedigree solidario” que tiene esta ciudad.  

No fue suficiente que un colectivo de artistas, jóvenes en ese momento, le hayamos solicitado apoyo para un evento de importancia latinoamericana. Éramos artistas que trabajábamos desde Guayaquil, y nuestro discurso era local. Más “guayaquileños” no podíamos ser.

Tal vez esto obedeció a una posible demora en la entrega del dinero, a que no sabía cómo hacer el trámite, quizás era muy engorroso justificar el gasto. ¡Qué se yo! Pero la disposición se ve cuando hablas con colegas y amigos; nosotros sentimos que no hubo predisposición suya para esa petición.

¿Qué opinas sobre la gestión cultural del Museo Municipal de Guayaquil?

No tengo claro el objetivo que persigue un museo de arte en una ciudad de tres millones de habitantes en el siglo XXI. No hay un discurso público que circule con el objetivo claro, por ejemplo, de promover valores sociales a través del arte contemporáneo y la educación artística —la cual considero que podría ser un eje fundamental para abordar las realidades contemporáneas—.

Es una visión audaz enseñar a los jóvenes y niños, a través del arte, valores como la tolerancia, el respeto y la diversidad. Uno de los ejes del museo podría ser, en palabras de Elena Oliveras (profesora y filósofa argentina), entender al arte como un lugar privilegiado del pensamiento. El museo podría acoger esa filosofía, y convertirse en un lugar privilegiado del pensamiento que analiza, cuestiona y curiosea por los estímulos visuales de las obras.

En lugar de cubrir los ojos y censurar una obra, como la de Graciela Guerrero (¡Extra! ¡Extra!), se hubiera aprovechado una oportunidad interesantísima para abrir diálogos sobre el amarillismo en la prensa, la violencia en la sociedad, y la caricatura de la violencia. Sobre por qué no nos escandalizamos cuando un periódico de libre circulación presenta estas ilustraciones grotescas, obscenas, violentas, pero sí nos horrorizamos cuando en un museo se presentan dentro de una muestra de arte.  

Ahí hay un lugar para que el pensamiento entre en acción, que el museo puede acoger. Reflexionar sobre la herencia, los valores y la tradición está bien, puede enseñarlo la escuela, el colegio, el hogar, incluso el museo, pero es una visión equivocada tener la idea de que el museo solamente sirve para salvaguardar la moral de una sociedad de valores consagrados.

¿Algún comentario final?

El gobierno de la ciudad se elige por voto popular. El Alcalde es elegido por los ciudadanos, pero el Alcalde coloca a discreción en la Dirección de Cultura y Promoción Cívica a cualquier persona que considere que tiene la experiencia y los méritos necesarios. Una propuesta interesante sería que se abra a concurso el cargo de Director(a) del Museo Municipal, para que varios candidatos puedan postular. Y que las autoridades, no de manera discrecional, sino informada y con antecedentes, seleccionen al director(a), de entre un grupo de especialistas.

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Foto de portada: Artículo de Diario El Comercio

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